En la anterior entrada describí algunas pinceladas para conocer en que consiste la certificación energética.
Ahora quiero ampliaros un poco más la información. Para empezar, decir que la validez de la certificación energética es de 10 años, salvo que en la vivienda se haga una reforma significativa en este periodo de tiempo, por lo que en este caso se recomienda actualizar la certificación energética.
Cuando tenemos en nuestras manos una certificación energética lo que más nos debe llamar la atención es lo siguiente:
Como se puede deducir del etiquetado, hay 7 categorías, de la A a la G, es decir, de menor a mayor consumo.
Lo que quizá se desconozca es que tener una clase A o B es todo un privilegio; para muestra, un botón:
Los edificios construidos desde 2007 al amparo del Código Técnico de la Edificación normalmente poseen una calificación E o D, siendo estos diseñados bajo unos parámetros de calidad más exigentes que los edificios anteriores a 2007. Así que es fácil suponer que, en general, los edificios construidos antes de 2007 tendrán una calificación menor. Es más, si aproximadamente la mitad de las viviendas construidas en nuestro país poseen más de 50 años y no se han sometido a importantes reformas, podemos imaginarnos que ante una hipotética certificación energética estarían etiquetadas como F o G.
La buena noticia es que conseguir “subir” una o dos letras con la certificación energética es relativamente sencillo: con mejorar un poco los aislamientos, colocar unas buenas carpinterías exteriores y tener una caldera de mejor rendimiento, el objetivo seguramente estaría conseguido.