Cuando nos adjudicaron el nuevo vallado del Museo de la Cuchillería de Albacete, nos enfrentábamos a dos aspectos claves por resolver:
La geometría y el color.
Tras buscar varias soluciones, la que más nos convencía la teníamos delante de nosotros: los perfiles “Z” que ya envuelven la fachada de la ampliación del museo. Además, esta forma dificulta trepar por la misma, dando un plus de seguridad a la función del vallado, así que era una solución óptima frente al típico tubo circular o de cuadradillo.
Para romper la monotonía, decidimos realizar los barrotes en 3 alturas diferentes y colocarlos aleatoriamente.
En cuanto al color, queríamos combinar en el vallado los colores del parque, pero a su vez, buscar el dinamismo, pues los colores del parque varían a lo largo del año, así que miramos de qué modo podíamos buscar un efecto tornasolado. Apostamos por los colores básicos (amarillo, magenta y cian), de cuya combinación nacen el resto de colores, y buscamos una gama de metalizados lo más similar a estos colores base.
El resultado salta a la vista: en las zonas de sombra y días nublados, el vallado se funde con los colores del parque
Y en los días soleados y según la hora, distintos tramos del vallado del Museo de la Cuchillería de Albacete cobran vida, la luz del sol se tamiza entre los huecos de los barrotes y el vallado se transforma en una paleta de colores, dotando de dinamismo al mismo y ofreciendo un aliciente nuevo a los que se sientan en su entorno a relajarse.
Por último dar las gracias a la a la constructora OCC, por el trabajo realizado. Y especialmente dar las gracias a la otra parte del equipo creador de esta obra: Arquialba, con el arquitecto Pablo Tomás Villarías a la cabeza; juntos hemos podido llevar a cabo este ilusionante proyecto.